El eco y el alma

Yo sé que mi eco está tranquilo,
un lago cuya luna es único reflejo,
de toda preocupación me alejo
las hebras de tragedia deshielo.

No importa cuantos formen el hilo,
mi cuerpo, mi alma, tranquila dejo,
como un sauce muy viejo,
silencioso momento asimilo.

Y por mas incendios, jamas tendrá llama
puesto que mi alma es calma
jamás compañera de aquella trama.

Libre de cargas acrecidas,
de cualquier mordida  de veneno
y sus llamas doloridas.

Día de Mercadillo

Te olvidé en Granada,
te dejé para siempre morir
mientras yo andaba en Andalucía.

Caminaba entre gitanos,
con la música entre mis cabellos,
y sus manos estancándose
en mi deseo.

Me quedé con su esmero
en rozarme y reventarme
el oído con sus besos, su aliento.

Un ángel calé, trigueña,
salerosa, soleá,
queriéndola, la quería, hasta la vida.

La luna sureña y la sombra
de sus pestañas, sus mismos ojos,
nidos de belleza que toda la vida mía
con un simple pestañar doman.

La tuve que querer y querer
que pena mi vida
si tanto la quise por querer
y para todo triste fin
la deje ir
para andar a querer a quien no quería querer.

Ay, mujer gitana,
andaluza, cielo de mis sueños
perdona por no querer que me quisieras
pero el querer a por la libertad
es el mas grande querer.


Olvidé a dos mujeres en Granada,
olvidé la música y las caricias,
pero ahora las recuerdo,
como aquel querer que quise,
verdaderamente sin querer.

La muerte.

La muerte es blanca y ventizca,
una vieja tristeza y nueva devoción.
Es la muerte los ríos secos,
y las lágrimas más nuevas,
las ramas en el suelo,
sin nidos, ni cantos,
solo caídas y arrugadas,
olvidadas del cielo.

Es la remota ilusión del hubiera,
y el infinito desfile de colores
de todas las coronas,
las tormentas y la cera,
de todas las pinturas roídas;
es un pecho sombrío
y tierra revidada, 
la muerte es la noche turbia
que se pasea a plena luz de luna
y devora todas las sombras.


Esfuerzo

¡Cuánto esfuerzo del silencio por ser eco!,
del eco por levantarse ante el viento,
de los alaridos perdidos, escondidos,
de la virtud en alejarse de lo clandestino,
¡cuánto esfuerzo!

Cara de Fuego

Un espíritu,
una deidad,
que no se deja manosear.

Una latitud que no encuentra lugar
en una atmósfera voraz.

Este espíritu sin devoción
se yuxtapone sin un par
y sus plegarias cabalgan a un precipicio vertical.

La indiferencia surge de nuevo,
me escurrí lejos de tu cuerpo;
me convierto en viento
y todo este tiempo se destruye, lento.

Vi pasar
tu cara de fuego
entendido así que vives del ego
sin importar cubrirme en silencio
me escondí dentro del eco.