El Poniente

Para volver la vista y ver el barranco
con las sangre en reyerta derramada,
el viento enfurecido siseando como sierpe.

El largo poniente está herido,
las palabras calientes enredan el alba,
hoja de árbol seca, arrebata por un vendaval.

El huracán se escucha imposible,
pero es un giro sin ritmo ni compás,
solo es embajada de inexistencias.

Impulsos de locuras divinas,
inspiradora embriaguez,
admiración precisa del indócil zenit.

Volver al barranco y agotar toda falta,
admirar los perfumes y la armonía,
para mirar de frente el levante del poniente.

Aquí en la nube besar el aura,
donde el temor del vértigo es piedad,
y volando el éxtasis se contempla mejor.

Aún más hermoso será el porvenir,
y las lágrimas de día, todo rayo de mudez,
jamás volverán, ya nunca volverán.