Lidia y sus joyas

¡Suéltame la mano, Lidia!,
estoy cansado de cambiarte los besos,
cansado de pensar si cuando estás con otro
gozas o no gozas.

Ya no puedo seguir así, Lidia,
amémonos tranquilamente, pensando que
podríamos, si quisiéramos, estar sentados
oyendo nuestras tranquilas conciencias, Lidia.

Ya no conocerías más banqueros,
ni españoles, ni portugueses,
ni toda esa gente que sube a barcos, que toman parte en la mar,
serás la pagana que vive en mi regazo,

que sueña en mis brazos,
serás, Lidia, mía, muy mía,
si así lo decides,
di que lo deseas, por favor, Lidia.

Mientras que te decides, Lidia,
¡suelta mi mano, Lidia!,
que me lastimas con tu anillo,
con tu brazalete, que otro te regaló.

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