Con la lengua atada y las ganas empañadas.
Las esquinas se vuelven un refugio seguro
y por más que me junto a ellas,
no consigo sentirme protegido en ellas.
Las palabras se ahogan en mi garganta,
ya ni siquiera caminan lento como un caracol,
ya no se mueven, mi lengua esta atada
y pronto sangrará crucificada.
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