Llevo herido el pasado a caminar.
Anda suelto por la vereda
y va dejando un rastro desangrado.
Se adelanta de mi y vuelve la vista
con sus ojos incrustados de miel y oropel.
Cuando vi la tristecilla que cumbraba su mirada
cayó oprimido mi corazón
ante la nostalgia
y el reseco resplandecer
de las cummbres
que se alzaban como obscura tumba
para mi culpa y mi perdón.
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