II

¡Ay mísero de mí! ¡Ay infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así,
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido;
bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor,
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.

Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer),
qué más os puede ofender,
para castigarme más.
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegio tuvieron
que yo no goce jamás?

Nace el ave, y con las galas
que le dan belleza suma
apenas es flor de pluma,
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas,
corta con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que deja calma:
¿y teniendo yo más alma
tengo menos libertad?

Nace el bruto y con la piel
que dibujan manchas bellas
apenas signo es de estrellas
(gracias al docto pincel),
cuando atrevido y cruel,
la humana necesidad
le enseña a tener crueldad,
monstruo de su laberinto
¿y yo con mejor instinto
tengo menos libertad?

Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
y apenas bajel de escamas
sobre las ondas se mira,
cuando a todas partes gira,
midiendo la inmensidad
de tanta capacidad
como le da el centro frío:
¿y yo con más albedrío
tengo menos libertad?

Nace el arroyo, culebra
que entre flores se desata
y apenas, sierpe de plata,
entre las flores se quiebra,
cuando músico, celebra
de las flores la piedad,
que le da la majestad
del campo abierto a su huida:
¿y teniendo yo más vida
tengo menos libertad?

En llegando a esta pasión
un volcán, un Etna hecho
quisiera arrancar del pecho
pedazos del corazón:
¿qué ley, justicia o razón
negar a los hombres sabe
privilegio tan suave,
excepción tan principal
que Dios le ha dado a un cristal,
a un pez, a un bruto y a un ave?

No hay comentarios:

Publicar un comentario