hasta su cama de flores.
Sin alas ni más manos que ayudasen.
Cavó su tumba y la adornó
con plata y oro y flores moradas
y todos los regalos que él algún día dio.
Cavó, él, el lecho para ponerla
y que estuviera cómoda
mientras,
a este mancebo la herida le sangraba,
pero nada importaba mas
que tenderla en su cama de cristal
y cubrirle de besos la cara
una última y triste vez,
y decirle:
"Hay amor, aún muerta, hay amor",
"Hay amor aún después de perder la vida,
te tengo mucho, mucho amor"
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